“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

domingo, 28 de agosto de 2011

TRANSGRESIONES

Es preciso a veces
romperle las patas a la realidad
y navegar sin salvavidas
en el estómago de algún cetáceo.

Vibrar con la molécula
que deviene trozo de cantera
en el útero del mundo.

Beber la copa de hiel
fermentada en las células
de la propia humanidad.

No hay hechizo que transgreda
la alquimia de los colores rotos
por la ausencia de luz en un prisma.

Azul como las secreciones de la tierra
es el espectro donde reposan las cicatrices
que espigan la cáscara de los caminos.

Un día, tal vez, pueda entenderse
el vuelo de la mariposa
y su intempestivo crujir de alas. 


Angélica Santa Olaya D. R. ©
Árbol de la Esperanza
miCielo Ediciones, 2011
México, D. F. 

Imagen: Vladimir Kush 
Tomado de YOU BEST BELIEVE IT!


martes, 23 de agosto de 2011

ÁRBOL DE LA ESPERANZA EN MILENIO DIARIO

Gracias al suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario, con cobertura en toda la República Mexicana, por la reseña publicada el viernes 20 de agosto de 2011 con palabras de la Maestra Marianne Toussaint Ochoa en su sección "en librerías". El libro-objeto Árbol de la Esperanza no está en librerías porque sólo quedan 2 ejemplares. La sorpresa es que será presentado el próximo 7 de septiembre en la Universidad Autónoma de Guerrero por la Dra. Ángeles Manzano Añorve y el Dr. Edgar Altamirano y, además, que ya está en proceso una 2a edición en otra editorial y con otro formato que ya serán dados a conocer en su momento. AQUÍ la versión digital de esta reseña.

GRACIAS a todos por hacerlo posible.  


martes, 16 de agosto de 2011

PANORAMA GENERAL DE LA PRESENTACIÓN DEL ÁRBOL DE LA ESPERANZA

Gracias Salvador Lemis!!!

martes, 9 de agosto de 2011

GRACIAS POR LA ESPERANZA...

Llego con el cuadro, regalo de un querido amigo, recién enmarcado, y alguien me pregunta para qué quiero colgar ese cuadro, para qué acomodo libros con tanto ahínco, para qué compro ese sillón, esa mesa y utensilios de cocina que casi ni voy a usar. Lo primero que me viene a la razón es que es cierto.  Pronto voy a irme.  Observo el filo brillante de ese marco negro ; las rojas mejillas de mi nuevo sillón, la ahuecada palma de la cuchara para mover la sopa que compré en el tianguis y me doy cuenta de que todos ellos esperan algo:  ser colgado en la pared, acurrucar el sueño de alguien mientras el libro cae sobre las rodillas bajo el sopor de la tarde o un poco de caldo para calmar el hambre y la sed.  Y entonces me pregunto si realmente voy a  irme. Y no escucho lo que me dicen y sigo llevando y trayendo cosas… cosas que me esperen, que sepan que un día volveré… que esperen a mis manos, a mi cuerpo, a mi boca…  Las llevo y las traigo para que sepan que volveré a ellas como se vuelve a la casa donde se nace; a la tierra donde se aprendió a correr. O, más bien soy yo ese cuadro, ese sillón rojo y esa cuchara que esperan... Todos esperamos algo...  Además, me regalaron un libro que me ha llenado de alegría.  Un libro que me dice que mi paso por la vida de alguien no fue casual; un libro que me dice que alguien, de mí, aprendió algo y sintió que mi  palabra le dio ese empujoncito que muchas veces nos hace falta para creer y saber que podemos hacer algo; un libro donde se me comparte la poesía, el nombre, la vivencia, la emoción…  ese instante en que, por quién sabe qué avatares, los caminos se cruzan para coincidir en los poemas de Neruda o de Sabines sentados en la banca de un parque donde, de refilón, pasa una rata corriendo sin tocarnos -porque casi siempre hay alguna rata en las historias-; o simplemente en la necedad de hacer lo que el corazón pide y necesita. Ese libro habla de la furia y la esperanza, porque suele suceder que la furia es precisamente el germen de la esperanza. Me fue entregado mientras presentaba mi Árbol de la Esperanza intentando dejar alguna apalabrada semilla en las manos de quienes me abrazaron ese día para decir que entendían ese desesperado acto de amor. La esperanza reunida en las sonrisas, en la presencia, en los brazos que me acunaron ese día para decir: Te espero.  Desde mi Maestro Saúl Ibargoyen, o el amor que a la distancia en ningún momento soltó mi mano sin importar las horas, hasta esa amiga que conocí en ese sitio de las puertas y las bocas cerradas del que salí huyendo para escribir literatura. Ahí estaba ese final que dio paso al comienzo de mis intentos en la literatura y el inicio de una nueva etapa para la que llevo, en un morral atado con cintas rojas, bien resguardadas las palabras para cuando Alicia sienta frio. El frio siempre acecha y hay que estar preparado; pero también hay que abrir el corazón como se abre la puerta el primer día de clases o como se da el primer paso: con la necia intención de seguir caminando… hacia algo, hacia alguien, hacia algún sueño, hacia el andar… hacia ese sitio de verdes y amullonadas ramas llamado Esperanza… Gracias a todos los que abrazan y abrazaron este Árbol que sonríe verde y luminoso por tanta y tan hermosa compañía… Gracias por aceptar esta semilla que en sus manos intentará germinar en alguna sonrisa que me espere… Gracias a todos… Intentaré volver...