Compartir la palabra es siempre una experiencia gratificante. Sobre todo cuando se encuentra uno con escrituras que alimentan y alumbran el camino. Fue el caso en el 5° Encuentro de escritores Bajo el Asedio de los signos, en Cd. Obregón, Sonora, al que acudí convidada por los poetas Juan Manz y Mara Romero. Escuchar la palabra sabia y hermosa de maestros como Saúl Ibargoyen (quien se llevó los aplausos de su mesa con poemas de El escriba de pie y su musical Gran Cambalache: Gran Cambalache, corazón, mirá / no mires para atrás / ni pal costado / el futuro ya no está / el porvenir de todos lo han hipotecado... / Mirá si es que podés... / y dale sin ladrar / dale a cantar y a besar / y a pelear y a sudar / por tu amor, tu tango y tu comida... / tu corazón, mi corazón, el corazón más total / Gran Cambalache, sí... / ¿y por qué no?) y Francisco Hernández [que nos estrujó el mismo corazón con su propuesta: ¿Quieres fotografiar el rostro del Todopoderoso? Mete la cámara en la boca de un pobre y sus minipoemas del libro Mi vida con la perra (depresión)] siempre enriquece.
Otras voces, también muy disfrutables, como la de Dante Medina (Dante, guardame, por favor, ese ejemplar de La Musa Fea que ya no pude recoger porque me batearon muy temprano a la mañana siguiente...); la sosegada y profunda de Antonio Orihuela que contrasta con la imagen bulliciosa y estridente que se tiene de los españoles y la de Inmaculada Luna (de quien disfruto su desenfado y asertividad para llevar a la poesía los temas cotidianos); todos ellos me llevaron de la conmoción, o la risa, a la reflexión. Y, como siempre, recoger y traerse en la maleta los rostros de las personas que escuchan nuestra poesía, así como sus aplausos y comentarios al margen, es una invaluable remuneración.
Gracias a los organizadores por la oportunidad de estrenar mis versos de El lado oscuro del espejo en las tierras del norte. Gracias a la gente de Cd. Obregón que abrió su corazón a mi poesía y me lo hizo saber con su respuesta. En el norte, en el centro o en el sur, siempre hay un sitio para ese grano de sal poético que Martí cultivaba como esas rosas de la amistad que hacen posibles estos encuentros.
Me quedé con las ganas de conocer Cd. Obregón donde espero volver algún día para descubrir la poesía que transita sus amplias avenidas (además de la Biblioteca Municipal y el hotel, ellas fueron todo lo que pude ver); pero me quedo con los tacos de carne asada de Don Chuy, que saciaron mi hambre a la una de la mañana en la agradable compañía del maestro Jorge Calvimontes y Calvimontes, y con el cálido cobijo que los obreguenses brindaron a mi palabra.
1 comentario:
Querida Ángélica muchas gracias por tus palabras, yo también aprendí y disfruté muchísimo del encuentro. Seguimos en contacto.
Besos desde MAdrid.
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