“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

sábado, 29 de diciembre de 2007

LECCIONES DE COSAS
(Fragmento)

Ser bueno es muy fácil. Basta abatir los párpados
para no ver y no juzgar lo que hacen los otros, porque no es de tu incumbencia.

Basta no abrir los labios para no protestar
cuando alguno te empuje porque,
o no quiso herirte o no pudo evitarlo
o Dios está probando el temple de tu alma...

De cualquier modo... no preguntes por qué...
Porque los buenos no son inquisitivos...

No, ya hace mucho tiempo que el cielo
es un factor que no entra en mis cálculos.

Rosario Castellanos D. R. ©

"Poesía no eres tú"
México, Ed. FCE, Letras mexicanas, 1985.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

sábado, 22 de diciembre de 2007


NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS
(OH... BLANCA NAVIDAD...)

Hoy, leyendo el blog de Alejandro Aura y un mail de mi amigo Fernando Reyes con algunos útiles tips antinavideños; y tal como me viene sucediendo hace ya algunos años, me siento, lo confieso, ajena a la navidad. Por más que le hago, nomás no logro sentirme "navideña". No entiendo el exceso de entusiasmo de toda esa gente que corre de un lado a otro comprando y comprando cosas, regalos, víveres y adornos especiales. Mi intuición me dice que algo no está totalmente bien en tanta y tan efusiva y expansiva alegría. Los únicos atractivos que yo encuentro en esta época del año son dos: los días de descanso bien merecido en los cuales puedo levantarme de la cama hasta que tengo deseos de hacerlo y el olor y el sabor, glorioso, del ponche de frutas. De ahí en fuera, los estratosféricos gastos, los tráficos inauditos, los lugares atestados de personas, los forzados perdones (como dice Fer), las obligadas convivencias en las que se convive sin desearlo o realmente sentirlo; sin contar también, por supuesto, el despiadado bombardeo que los comerciantes de la navidad realizan con nuestros indefensos sentidos desde, incluso, el mes de octubre (gracias a los cuales a estas alturas de diciembre ya me siento empachada de navidad); son para mí incomprensibles.
Justo le comentaba a Fer que desearía, en estas fechas, estar dotada de una naricilla linda, pequeña y poderosa como la de Samantha [en ese programa que tanto me gustaba de niña (ya desde entonces me atraían poderosamente los imposibles): "Hechizada"] para poder hacer: turirurirí... y desaparecer de mi tan amada, pero insufrible ciudad, en estas fechas, desde inicios de diciembre y regresar por ahí del 7 de enero cuando los reyes magos comienzan su año sabático. Claro que el acto de magia incluiría aparecer en alguna montaña, playa, lago o pueblito donde las navidades no traigan consigo tanta incongruencia.
Debo reconocerlo con todas sus palabras: soy una Grinch. Me da hueva cocinar la pantagruelica e indigesta cena de navidad, me remuerde la conciencia comer tanto cuando hay tantos que no tienen qué llevarse a la boca, aborrezco poner el arbolito, odio entrar en los atestados centros comerciales, me niego a visitar el super veinte veces en una semana, no se me antoja adornar la casa, y ni pensar en quitar el arbolito... (este aborrecimiento no es de mi exclusividad... sé de una familia que no quitaba el árbol de navidad nunca; sólo le ponía encima una sabana a partir de enero para que no se empolvara); aunque he de reconocer que me encantan la pachanga, el baile y el ponche con cualquier pretexto.
De cualquier modo, por si las moscas..., no sea que el karma se me devuelva como dicen por ahí... manifiesto aquí mi deseo para que las buenas vibras del universo fluyan hacia todos los seres que necesitamos de ellas para llevar a cabo nuestros proyectos, en el mejor de los casos, y en el peor de ellos, para sobrevivir en medio de una guerra, una enfermedad, una injusticia (¿injusticia dije? ah caray... si en este país no existen...); o intentar salir airoso de los embates de esos grupos mercantiles, religiosamente organizados, que pregonan la bondad de la navidad, pero se dedican a joder (literal) gente (muchos de ellos niños y niñas, durante todo el año). A éstos últimos no les deseo, como a todos los demás (hay que decir la frase para evitar ser tachado en la lista social) una Felíz Navidad. Disfrútenla, porque como todas las cosas que traen felicidad en la vida, son sólo momentos, instantes apenas... y hay que estar atentos para atrapar al huidizo mosquito: abramos bien los ojos para apresar el instante, sólo el instante... casi imposible, efímero, bello y acariciable como la piel de una sirena que nos regala su canto o como unos labios dispuestos al beso. Lo demás es bregar y seguir caminando, siempre caminando, con algunas piedras en el camino, pero bien agarrados a nuestra cadena de convicciones.
Reitero: Feliz Navidad y que los reyes magos les traigan a los niños un juego de XBox donde la justicia, aunque virtual, sea posible y un "dueño" del mundo Yiaiyou que guste menos de jugar a la guerra. He dicho.

sábado, 15 de diciembre de 2007


LA AVENTURA

El más hermoso jardín...
Lewis Carroll

Alicia cruza la pequeña puerta,
¿Estoy en el país de las maravillas?
El gato sonríe con sorna,
la oruga la invita a fumar de su pipa
y un conejo blanco roe las entrañas

al rojo vivo

de la niña que enredó los sueños
en una zarza de afilados colmillos.


Dedicado a las niñas y niños invisibles
del guadalupano país de las maravillas cuyo testimonio en el
caso de robo de infancias fue calificado de "ininteresante"
por los miembros del Jurado en un aciago fin
del año 2007.

Angélica Santa Olaya D. R. ©

"El lado oscuro del espejo"
Buenos Aires, Ed. La Bohemia, 2007.

jueves, 6 de diciembre de 2007

CUARTA NECEDAD
No pariré las palabras que engullen los devoradores de la nada. Mi cerebro se apoltrona sólo para beber café con las estrellas o arrumarse en los afrodisíacos brazos de Neptuno.

domingo, 2 de diciembre de 2007


UN SALÓN LLENO DE REFLEJOS
por Alicia Juárez

Jueves 15 de noviembre de 2007. El salón Morelos de la Casa Reyes Heroles está puntualmente lleno, yo llego corriendo. Gabriela Pais, editorialista argentina, hace un análisis literario muy certero sobre la nueva obra publicada de Angélica Santa Olaya: El lado oscuro del espejo.
Gabriela sugiere un abordaje poético sobre la Alicia de Lewis Carroll, una alegoría entre el viaje de este personaje y el proceso de encantamiento y desencantamiento del imposible amor que Angélica recrea en el transcurrir de sus 41 poemas.
Con voz pausada, volátil, quizá melancólica, Angélica lee:
“… un conejo blanco roe las entrañas / al rojo vivo / de la niña que enredó los sueños / en una zarza de afilados colmillos.”
Siempre un epígrafe de Carroll antes de cada poema:
…pronto Alicia quedó sola
“Doloso sembrador de fantasías…/ pones todo de cabeza; / agitas el pañuelo / y te vas / sin atender el huerto.”
El poeta Saúl Ibargoyen da, como siempre, una interesante clase de poesía. Hace un análisis estructural y logra pasar al otro lado del espejo con su discurso sobre la poesía, la poeta y la poética. De nuevo Angélica ataca con suavidad:
“¿Mi corazón? Bien gracias…/ acabas de tragártelo de un solo bocado / con la única sí-laba que podría librarlo del cadalso… Y prosigue en otro poema:
“Quiero romperle los huesos / a los adjetivos que te regalé un día…”
El público quiere la firma en su libro. Hay gratos encuentros con nuevos poetas y con viejos poetas nunca olvidados.
Ya en casa leo de una sola vez
El lado oscuro del espejo.
Disfruto su forma y su contenido. Juego con el objeto libro; hago el experimento de leer de corrido los epígrafes, y veo ahí un reflejo, un hilván que une con hilo transparente la historia del viaje al que Gabriela se refería. Releo:
“Mi cabello es oscuro, mis caderas anchas
y no me gustan los relojes ni las reinas.
¿Será que sólo podrá amarme la poesía?”