“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

jueves, 30 de agosto de 2007

A veces es una araña la palabra amar
una araña en las vigas de la casa
y uno es la mosca,
la tonta mosca...

Ricardo Yáñez D. R. ©
"Ni lo que digo"
México, Ed. FCE, 1985.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

miércoles, 29 de agosto de 2007

FEELING THE BEAT

Esta droga es tan valiosa que no tiene precio, pero puede obtenerse gratis; sólo se necesitan unos cuantos cacharros, algo de ritmo y las ganas, irremediables, de volar.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

lunes, 27 de agosto de 2007

PEQUEÑECES

De niño me enterré un lápiz en la mano. A los dos meses aparecieron letras debajo de la piel. Las fui arrancando con la navaja de mi padre y las guardé bajo la cama. Fue hasta la secundaria cuando lograron extirparme la punta de carbón y se me escapó el habla. Busqué en mi escondrijo, sólo hallé los restos enmohecidos de las letras. Escribo para recuperarme de esta invalidez...

Adán Echeverría D. R. ©
Mérida, Yucatán, agosto 2007.

UNA CASA QUE FUE
(Fragmento)

Implacables cayeron,
como golpes de tempestad sobre ávidos desiertos,
aquellos duros vientos, aquellas graves lluvias,
que ascendieron pacientes las paredes,
dejando esos ramajes de quejumbrosas grietas,
esas lágrimas días y días detenidas y continuadas siempre,
esos hijos del tiempo.

Olga Orozco D. R. ©

"Obra poética"
Argentina, Ediciones Corregidor, 2005.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

sábado, 25 de agosto de 2007

EL DETECTIVE CURSI

De acuerdo con la definición del Diccionario de la Real Academia Española, la palabra cursi se aplica a lo que “con apariencia de elegancia o riqueza, es ridículo y de mal gusto” o también, señala la Academia: “Dícese de los artistas y escritores, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados”. En una acepción popular, podríamos decir que se entiende por cursi aquello que alude al amor, o a algún otro sentimiento ligado a éste, de una manera exagerada y empalagosa a grado tal que parece falso. Por eso la Real Academia refiere pretensiones y apariencias. A esta concepción vox populi podríamos añadir un plus: su inevitable connotación de antiguo. ¿Podríamos entonces decir que en la actualidad el amor es considerado como un sentimiento antiguo aún cuando ha sido despojado de falsas apariencias? Existe quien así lo cree.
Roberto Bolaño -un escritor “sin pelos en la lengua”, como decimos en México, directo, fuerte en sus afirmaciones y, para seguir con los refranes populares mexicanos, “piedrita en el zapato” de cualquiera- consideraba que los terrenos de la cursilería eran sus “potreros natales”. Así lo expresó a la periodista Mónica Maristain durante una entrevista, realizada el 23 de julio del 2003, titulada “Estrella Distante” la cual parece ser la última entrevista que Bolaño concedió antes de morir. “Estrella Distante” es un nombre apropiado no sólo para una entrevista o su obra misma, sino para la persona de este escritor chileno que en su trashumar por el mundo pasó por México dejando la huella de su esperanza por modificar “las sendas confusas” y aligerar el trayecto de su “moto negra, como un burro de otro planeta”.
Cualquiera sabe, al leer sus textos, que Bolaño no tenía la menor pretensión de aparentar elegancia o refinamientos del lenguaje exagerados que lo colocaran en la definición equivocada de lo cursi. Y es que esta palabra ha sido malentendida y maltratada, e incluso rechazada, como si fuera una mala película diría, tal vez, Bolaño. Ser cursi es algo menos superficial, tiene que ver no con las apariencias sino con el sentir, el pensar y, ¿por qué no?, el desear, el soñar.
Roberto Bolaño, era el conductor de esa moto que, como él, parecía no pertenecer a ningún lado ni tener un camino definido, porque dondequiera que iban la lluvia y el llanto los perseguían. Es algo paradójico imaginar un motociclista cursi, en el sentido peyorativo del término, montado en una moto negra llevando consigo una prostituta abrazada a su cintura, un puñado de sueños y preguntas y “un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada”. Sin embargo, este fantasma surrealista se explica a si mismo no sólo en la obra de este autor sino en la calle que habita el otro lado de nuestra puerta. Es más, puede justificarse con una atenta y honesta mirada al propio espejo.
A simple vista, pareciera que la visión bolañana del mundo es oscura y pesimista porque dirige su vista, siempre atenta y puntillosa, hacia los actores marginados de la sociedad convirtiéndolos en los personajes de historias que se deslizan, de un extremo a otro, desde la novela, el libreto cinematográfico o la síntesis poética, pasando por el cuento, la narración, la crónica o cualquier otro género que al lector se le ocurra. El trabajo literario de Bolaño es tan abierto e inclasificable como él mismo. Como la humanidad junto a la cual caminó en su permanente andar detectivesco buscando siempre huellas delatoras, sueños proféticos o reveladores, rostros de terrible belleza y dolor o poetas locos dispuestos a lanzarse un clavado en el Infierno a través de “caminos de hielo” y “patios escarchados”; todo con tal de encontrar la puerta detrás de la cual espera, nuevamente, la Quimera.
Detrás de “los ojos terribles de Edna Lieberman”, de las calles de México en el 68, de los hospitales, los cuartos de hotel en la colonia Guerrero y los “dedos cortados, quebrados, esparcidos en el aire del D. F.”, está la musa que Bolaño amó y a quien rindió tributo en el poema del mismo nombre con el cual casi concluye su libro de poemas “Los perros románticos”
[1]. Esa musa que Bolaño describe como “más hermosa que el sol”. Esa amigable presencia que ilumina un callejón oscuro y protege al amigo en Chile, en España, en la Alameda o en Tlatelolco; que abre puertas y supera la belleza de las estrellas. Esa musa no es otra que el amor que muchos consideran cursi.
Roberto Bolaño, en muchos de sus hermosos poemas oníricos, introduce la presencia de ese detective que lo autodefine y lo coloca, paso a paso, en el trayecto de su obra, moviéndose con ella, hurgando siempre, investigando posibilidades y salidas, descubriendo espejos y mirándose en ellos por muy empañados que éstos se encuentren. El detective puede helarse bajo el frío de una época, perderse en una ciudad oscura, sentirse abrumado por el suicidio de unos muchachos locos y soñadores como él o echar un vistazo al comunismo, o a alguna que otra Revolución, y ver que todavía sigue lloviendo.
Un detective como él debe tener el valor y la voluntad suficiente para saber que, aunque parezca cursi, debe recordar y proclamar que “el amor... te salva”; que hay que meterse en la cama para acariciarnos unos a otros en nuestra terrible desnudez y desamparo. Bolaño sabía que el amor es necesario como el aire, efímero e intangible como el aire y como el sueño, escurridizo como la lluvia. Por eso contaba, y cantaba, las escalofriantes visiones que poblaban su sueño y su realidad. Para ver si lograba erizarnos los pelos y provocar nuestra conversión de simples perros quejumbrosos en detectives que buscan salvajemente el amor.
Las señales guía y las pistas están en su obra por si no queremos ya salir a la calle a arriesgarnos o a observarnos en el otro porque nuestra desnudez es apabullante. El trabajo requiere esfuerzo y valor. Los asesinatos y los corazones congelados por la frialdad que recorre las ciudades no son agradables a la vista. Hay que tener la valentía de vestirse de romanticismo y declararse abiertamente cursi para acceder a la solución del caso que hunde al hombre, desde hace muchísimos años, en el “fango inmóvil” o “en la rosa de la nada”.
No nos dejemos engañar, hay que afinar la mirada y la intuición porque la nada también se disfraza de belleza pero es igual de voraz que la arena movediza o la oficina de un escribiente. Preguntémosle a Bartleby si tenemos duda; a Clarice Lispector o al mismo Bolaño, quien nunca perdió la esperanza de encontrar otras puertas que lo condujeran a calles menos sangrientas -por cursi que a él mismo le pareciera- enarbolando, como siempre, el valor para confesarlo con todas sus letras e invitar al lector a seguir soñando, ¿por qué no?, que la Musa puede tocar su espalda con los dedos e impulsarlo a seguir caminando “cuando todo esté oscuro, cuando todo esté perdido”.

[1] Pág. 84, “Los perros románticos”, Roberto Bolaño, Ed. Acantilado, España 2006.
Angélica Santa Olaya D. R. ©
México, D. F. México, noviembre 2006.

jueves, 23 de agosto de 2007


SAPOS EN LA CALDERA

¿Y qué haremos ahora
acabadas las pantagruélicas mesas
con el buitre devorándonos
estas rosas blancas tan otoño?

¿Qué haremos inundados de silencio?
¿Qué, con nuestras dos caras? multiplicadas
ocultan muertos/hambre/chicos desorbitados/
compás furioso de mirada
cruzados los recorridos y la lengua
danzando en la basura
encaje en los calzones y mierda en los zapatos

¿Qué haremos con el ansia enferma
primitiva voraz
absolutamente irreparable?

María Neder D. R. ©

"Fisura de boca"
Argentina, Alción Editora, 2003.

Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©
UNA VEZ MÁS...

Me agito y tropiezo persiguiendo el papalote de mis sueños.
A veces caigo y me raspo las rodillas,

me lamo la sangre, me embarro saliva
y vuelvo a correr.

Angélica Santa Olaya D. R. ©

"Habitar el tiempo"
México, Ed. Tintanueva, 2005.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

miércoles, 22 de agosto de 2007

sólo la sed
el silencio
ningún encuentro

cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra

Alejandra Pizarnik D. R. ©

"Poesía completa"
Argentina, Ed. Lumen, 2004.
II
Hay una soledad multiplicada.
Un acabarse lento
que se amontona
entre los pliegues de los años.

Hay una pregunta
con la forma del polvo,
escondida
entre el ojo y el párpado.

¿Por qué somos
la muerte de los otros,
a estas horas exactas del adiós?

Leonardo Meza Jara D. R. ©

"Las ventanas vacías"
México, Edición de autor, 2003.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las celdas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

César Vallejo D. R. ©

"Poesía completa"
México, Ed. La nave de los locos, 1988.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

martes, 21 de agosto de 2007

Si alguien me dijera que esto es una lluvia
yo le imprecaría diciéndole: ¡es una pecera!
Entonces él se desconcertaría, claro,
y llamaría a tres agentes policiacos
que, girando sus macanas, me invitarían a contestar:
¿es esto una lluvia?
¡No! Es una pecera, ya lo he dicho.
Y ellos, después de propinarme soberbia golpiza,
se irían muy orondos, nadando.

Ricardo Yáñez D. R. ©

"Ni lo que digo"
México, Ed. FCE, 1985.
CAMINAR ES NECESARIO

Cuando logro dar un paso,
aparecen de nuevo...
Angélica Santa Olaya


No basta mirar como víctimas
puestos los cascos
desde los edificios

mostrar siempre sonrisas atormentadas
conservar las piernas
para el imprescindible andar

(dolidos hombres sin color
el pecho abierto
donde suenan campanas)

Roberto Bianchi D. R. ©

Uruguay, 22-04-2005

Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©


lunes, 20 de agosto de 2007

¿Va a caer la tarde? ¡Qué oscuras están las ramas de los eucaliptos! Me cruzo con los fantasmas más antiguos. Llego a la casa y entro en puntas de pie. Un hongo sale del piso y crece hasta mi rodilla. Yo toco esa cabeza de porcelana blanca, esa piel de cera. Y quedamos los dos, el hongo y yo, aguardando atentos, ansiosos, no se sabe qué. Acaso, sólo, que la noche vuelva.

Marosa di Giorgio D. R. ©

"La flor de lis"
Argentina, Ed. El cuenco de plata, 2004.
Así es el tiempo, el tiempo desnudo; viene lentamente a la existencia, se hace esperar y cuando llega uno siente asco porque cae en la cuenta de que hacía mucho que estaba allí.
Un poco más y caigo en la trampa del espejo.

Jean Paul Sartre D. R. ©

"La Náusea"
México, Ed. Época, 2002.

SOMBRA, NO SÉ, LA SOMBRA...

Sombra, no sé, la sombra
herida que me habita,
el eco.
(Soy el eco del grito que seria).
Estatua de la luz hecha pedazos,
desmoronada en mí;
en mí la mía,
la soledad que invade paso a paso
mi voz, y lo que quiero, y lo que haría.
Éste que soy a veces,
sangre distinta,
misterio ajeno dentro de mi vida.
Éste que fui, prestado
a la eternidad,
cuando nací moría.
Surgió, surgí dentro del sol
al efímero viento
en que amanece el día.
Hombre. No sé. Sombra de Dios
perdida.
Sobre el tiempo, sin Dios,
sombra, su sombra todavía.
Ciega, sin ojos, ciega,
- no busca a nadie,
espera -
camina.

Jaime Sabines D. R. ©

"Poesía, nuevo recuento de poemas"
México, Ed. Joaquín Mortiz, SEP, 1986.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©
Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo sabían los que inventaban lluvias y tejían palabras con el tormento de la ausencia.
Por eso en sus plegarias había un sonido de manos enamoradas de la niebla.

Alejandra Pizarnik D. R. ©

"Poesía completa"
Argentina, Ed. Lumen, 2004.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©
INSALVABLE

una puerta cerrada
la saliva del sol que chorrea
entre mis piernas
dos bocas abiertas y lejanas
la sed
nuestra sed
mirándose de reojo
el agua helada en la hielera
lejos
como la distancia
entre una mano y otra
un armario sin abrir
y un verso prestado
abrién-dose
a la sola soledad
de esta duda
que no sabe
si tomar la pluma
y dibujar una puerta
sobre tus labios
o abrir la ventana
y saltar al vacío
con la sed
a cuestas

Angélica Santa Olaya D. R. ©
Buenos Aires, 2006.
VIERNES 22 QUE NO 13

No hay nada aquí,
sólo unos días que...
Sílvio Rodríguez


En días como este
sé por qué los poetas se suicidan.
No hacen falta símbolos ni acertijos.
Dan ganas de dar el salto a plena luz
que te atrapen y te encierren
en el loquero...
el de verdad...
el que cuece y espanta
sin ningún erudito salvaje
que te diga... todo está bien.
Mañana no será otro día
porque iguales serán los asuntos.
Uno se cansa de conjugar los mismos tiempos.
Un día como hoy me suicidaría...
si fuera poeta.

Lourdes Peñones Madan D. R. ©
Cuba, mayo 2006.

domingo, 19 de agosto de 2007

AUTOESTÍO

La tarde se ha quedado inmóvil con la lluvia
A veces creo que avanzo pero no dejo de caer
sólo queda el rojo, las ramas y alguna piedra
Si perdí algo fue la noche
Si perdí algo tuvo que ser el rostro
Cada vez que encontré alguna niña detrás del miedo
la hice mía


Ileana Garma D. R. ©
México, D. F. agosto 2007.
Puede que hoy te diga que mis dedos
huyeron como enjambre de abejas asustadas,
quizá hoy te enteres que el brillo de tus ojos
lo traigo metido en la maraña de mi pelo,
tal vez hoy me permita decirte de la urgencia de tus besos
resbalando como aceite de almendras por mi espalda.
La ausencia de tus diestras caricias
siembran pétalos de sangre en mis insomnios…
kilométricas horas sin tus besos.
Tal vez hoy, después de la lluvia,
tus gotas tengan ya un destino seguro en mi alta hierba.

Lina Zerón D. R. ©

“Ciudades donde te nombro”
Cuba, Colección Sur, 2006.

Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

PROYECTOS

Vamos a violentar los parques
su quietud
sembrada con precisión
de expertos albañiles
monolitos de un suelo

sitio donde no necesitamos perpetuarnos.

Vamos a violentar los parques
desprender sus bancos
empotrados de años y costumbre
para que llegue el sol
donde la sombra aburre su silueta
y asistir vestidos de sorpresa
a la primera cita.


Rafael Díaz Pérez D. R. ©

“Semejante a lo eterno”

Cuba, La Rueda Dentada, Ediciones Unión, 2005.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©


JEROGLÍFICO

la poesía
me desnuda
de saberes

prehistórico

rumio
en las cavernas
la osamenta
del hombre


Marcio Carvalho D. R. ©
Traducción: Angélica Santa Olaya D. R. ©

"Navalhas voadoras para cortar a tarde"
Brasil, Sindicato dos Escritores do Estado do Rio de Janeiro, 2006.
Arte visual: Obed González D. R. ©

Mi alma se fue de viaje
partió en absoluto silencio
dejó mi cuerpo mudo de flores
y ciego de colores nuevos.

En la esquina prohibida del viento
mis labios gritan tu nombre
que se escurre en las ventanas

de las casas blancas con tejas rojas
rojas como el aliento de mi sangre


Federico Corral Vallejo D. R. ©

"Carcajada de noche oscura"
México, Desde la otra orilla, 2001.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©
LA HORA ABSOLUTA

Extraños
mis muertos abren las ventanas
penetran mi habitación
y me sofocan.

Insinuantes
me besan y sangran
sobre mis alegrías y pecados
acarician sin pudor
mis sueños, mi carne
mis huesos.
Mis muertos y sus gemidos
tienen rostros, señales
y ojos que producen
escalofríos
Osados
vienen con la brea del sueño
duermen en mi cama
y me despiertan
se inclinan sobre mi cuerpo
silentes y queridos
rezan
y lloran por mi
clamando como la luna
su otra mitad
como un espejo
que une sus propios fragmentos.
Mis muertos sin censura
mis delicados muertos
que en la noche peinan mis cabellos
y, solidarios, preparan mi jardín.


Tanussi Cardoso D. R. ©
Traducción: Angélica Santa Olaya D. R. ©

"Viagem em torno de"
Brasil, 7letras, 2001.

Arte visual: Leo Lobos D. R. ©



sábado, 18 de agosto de 2007

Lamo tu mano
y te muevo la cola
te miro con ojos
abiertamente callados
me coloco a dos patas
para llegar a tus senos
te adoro y te soy fiel
soy animal cariñoso
bestia mansa que espera.

Te ladro mi amor
mi sueño
y tú
lentamente
me rompes el hocico.

Obed González D. R. ©

"Otra vez los perros"
Nuevos poetas mexicanos
Argentina,Tres Haches, 2007.

Arte visual: Obed González D. R. ©

LA LUNA SALE PARA TODOS

Cuando le empezaron a crecer los colmillos su madre la encerró en la habitación más alejada de la calle. Su padre mandó construir una ventana abatible en la puerta para proporcionarle alimento. Ella, necia y rebelde como era, prefería las lombrices que entraban por el agujero del muro que daba al jardín en tiempo de lluvias y los murciélagos que su hermano menor atrapaba y le llevaba a escondidas en verano.
Una noche, un rayo de luna tocó sus mejillas. Se aferró a él con todas sus fuerzas y dejó la casa con el primer asomo del sol. Caminó entre troncos caídos hasta encontrar un mar que engrosaba a cada paso bajo sus piernas. Las olas venían de ambos lados de sus brazos y se unían en un techo líquido que ella podía tocar con la punta de los dedos. Adentro todo era fresco y azul. Una pequeña barca llegó hasta ella y le ofreció una mano que no dudó en tomar. Tenía las garras más hermosas que jamás hubiera visto.


Angélica Santa Olaya D. R. ©

"Generación XXXV SOGEM"
México, 2005.

Arte gráfico: Cristina Hoyos D. R. ©

PRIMERA NECEDAD

Yo no tengo que dar explicaciones a nadie que no tenga la piel tan libre y dispuesta como una hoja de papel.