“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

domingo, 24 de octubre de 2010

DÉCIMA CUARTA NECEDAD

No pasaré mi mano sobre el plumaje ávido de caricias sólo para conseguir montar al ave y llegar más rápido al lugar de las aparentes certezas y los espejos deformados.  Los caminos de estos rojos zapatos han escuchado el crujir de las hojas quebradas a la orilla del vado y la queja de los guijarros  que nadie escucha bajo la hojarasca en los bosques de Odín.  Mi palabra es guijarro que palpita bajo el sol de los sentires para crecer los orgasmos de la luna.  Mi palabra no tiene tentáculos ni espera más oído que el del tiempo…  ese caracol inasible que guarda en su laberinto las letras con que las hadas alimentan la raíz de los sicómoros.  Si mi letra ha de vivir en algún árbol será porque mis oídos no podrán, tal vez, saberlo.  No quiero reverenciar a ningún presunto dueño de nada.  No voy a vender los pétalos de mis versos ni la miel de mis frutillas a los mercaderes. Mi boca se abre sólo para beber el agua en que nadan los peces del mar rojo sembrado de corales. Mi pluma no se desliza para esperar a cambio unas monedas o el favor de algún sultán. Lo que traza en el libro de la vida no se vende ni se intercambia por cantares ni heráldicas arengas con pergamino de fondo.  Es voz que va de frente atravesando el aliento de las sirenas. Es canto que a veces muere atorado en la espina de algún zarzal. Pero canto al fin que sólo añora la moneda sobre el párpado de la poeta y la mano que echa al mar la barca repleta de flores en que navega la poesía.

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