“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

viernes, 3 de septiembre de 2010


DÉCIMA TERCERA NECEDAD 

Para mi ángel
Nada parecido a esta lluvia de guadañas. A esta horda de gritos que se pierden en los muros de los sordos.  De los sordos cuerdos que no escuchan a los locos.  De los sordos felices que comen flores pisoteadas por los cerdos.  Estoy cansada de gritar.  Mi amigo dice que es mejor susurrar y yo no puedo poner mis labios en el oído de la bestia para que me escuche.  La bestia es todas las bestias.  La que pronuncia un discurso político y la que sonríe y te acaricia la mano mientras, por detrás, pone sal en el quicio de tu puerta. Porque ni los zapatos brillantes, ni las obras altruistas, ni los títulos académicos, ni los susurros son  garantía de llevar lustrada la decencia.  Porque hay bestias que se esconden bajo las piedras para asomar la cabeza cuando menos te lo esperas.  Porque les hace daño hasta lo que no comieron… Y las mariposas… ay, las mariposas… son leves, pero frágiles… pero atolondradas… pero confiadas… pero locas; las pobres locas que sueñan con árboles y bosques talados de brujas y dragones… Nada parecido a esta jauría y a esta tormenta de mañanas… Nada parecido a esta tristeza que hoy me pisa los talones… Nada como esta triste locura en la que, por no ser bestia, me quiero quedar… aunque mis aullidos lastimen los delicados tímpanos de la luna… aunque con mi piel disfracen las bestias sus escamas… No, hoy no tengo ganas de gritar… pero sé que mañana, por la magia de un ángel que mastica begonias, volveré a volar y a posarme en las cenizas de mis alas desde el útero de mi necia necedad… Y, sin embargo, soy la bestia...

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