DÉCIMA OCTAVA NECEDAD
No bestia,
no te equivoques. No veas lo que tu
retorcida mirada quiere ver. Recuerda
que habitamos la caverna de las sombras.
No todo lo que brilla es oro ni todas las lágrimas darán de beber a los
cerdos. Las setas lloran porque el bosque se llena de rifles y depredadoras
manos. Porque las flores sangran bajo la
garra de un lobo disfrazado de oveja; de esos con lánguidos ojos y sonrisa
babeante que en todos los bosques hay. No
bestia, debajo de estas lágrimas aún germina la sonrisa. Tu poder de orador demagogo que confunde a
los legos no conseguirá terminar con el sueño de los nenúfares que flotan
silenciosos sobre el cálido vientre del agua.
Los sueños más hermosos no terminan.
Se lían a otros con cintas de colores que las bestias no pueden ver porque
tienen la mirada en blanco y negro.
Porque en pesos, utilidades y centavos miden el tamaño de los afectos. Porque gastan la saliva en prebendas y
mentirosas propagandas. Porque ejercitan la mano atacando lo que desean. Porque
condenan el sueño que late en el fondo de su viscoso estómago. Porque el sueño les produce vértigo. Mi globo
de helio trashuma posibilidades y cruza fronteras; acostumbrado está a luchar
con dragones que sonríen estúpidamente sin conocer la miel que brota de los
muslos de las doncellas. ¿Conoces tú esa miel?
¿Conoces acaso la tibieza de las begonias que reposan esperando la mano
del sol sobre su piel? Las bestias disfrutan torturando doncellas, masticando
pétalos, degollando mariposas y encerrando nubes en jaulas de oro.
Las bestias babean mirando las lágrimas caer. Pero en todo llanto hay una grieta
inaccesible a los venenosos labios de las bestias. En todo bosque hay un claro
donde las setas crecen grandes y esponjosas entre las húmedas entrañas de la
tierra. Un sitio donde las purulentas palabras de las bestias ambiciosas no germinan. No bestia, no te equivoques, tú y tus palabras de aire caerán algún día
por el peso inmenso del vacío. Escucha, la historia de estos rojos zapatos no
termina aquí.