VIGÉSIMA SEGUNDA NECEDAD
Ni una ráfaga de viento más podrá cortar las aletas a
los peces insomnes que desvelados alumbran la noche con el brillo de sus
sueños. Demasiados cielos se han perdido ya en los últimos siglos como para
permitir el llanto de las caracolas en medio del desierto. El mundo es una
pecera donde las nubes intentan guardar el oxigeno a fuerza de suspiros que terminan
en llanto sobre las rocas de las ciudades rotas. Hay una hoja cayendo al filo
del abismo, unos ojos vendados por una máscara confeccionada para engañar a los
incautos… Hay una voz silenciada por el peso de una agrietada certeza, una
burbuja de jabón desdibujando el vuelo de los colibríes… unos labios de
artificio abrillantando las ruinas donde pacientes rumian los escarabajos
olisqueando la mierda… Todo sucede en el sitio de las cuatro esquinas… Ahí
donde nada queda al azar y puede saberse, sin errar, que dos más dos es un
cuadrado sin salida… Un cajón de donde no se sale ileso ni siquiera en el
último momento… Una caja de Pandora que trashuma en busca de las manos que
echen a andar la cuerda de su magia… Besar el espejo sin mirarlo no es remedio
cuando las espinosas lenguas se deslizan por el cuello de la ingenuidad… Cuando
los destartalados flecos asoman las reales intenciones por debajo del sombrero…Cuando
la máscara mira de reojo el álbum de las mariposas muertas… Pero la hiel escapa
entre los dientes de la soberbia vestida de níveas túnicas simulando a los
corderos… El caracol, a la distancia, observa y guarda las húmedas caricias
para cuando arriben los veleros con sus alas de mariposa y los capullos
germinando en la proa… Recoge anclas y guarda sus calcáreas posibilidades para
cuando las esporas despierten… para cuando las hojas doradas aparezcan en la
piel del sol… En tanto, que llueva y que siga lloviendo… Sólo así podrán los
paraguas alegrarse del rincón donde se pone a prueba la paciencia mientras el rocío dormita… Ningún tiempo es inútil aunque los labios de la tierra se partan
en mil pedazos añorando la caricia de la lluvia… Ninguna lluvia es suspiro,
pero a veces es preciso el relámpago para despertar a las lombrices de
intocados cuerpos cavando el sitio donde se guarece el aire… El topo sabe que
aún a ciegas es posible caminar… No hay paraguas que impida mojarse los pies ni
fantasma que espante mil años sin arrancarle una carcajada a la rutina… Por el
ojo de la cerradura pueden verse ya las primeras hojas naciéndole al árbol… Los
gatos maúllan en los tejados sabiendo que la luna es un agujero en el rostro de
la noche… Saben que ahí se macera la luz
aunque parezca Nada, Nadie y Nunca… porque, algunos lo saben, la Nada es el
sitio donde Todo puede suceder…