lunes, 29 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
martes, 16 de diciembre de 2008
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Para Marco
Ningún infierno tan suave como tus labios. Ningún cielo con el paso tan veloz. Todo puede suceder en el lecho de los condenados mientras encalamos los besos en la brea que escupen los ángeles sin alas. Insisto en maquillar con fango las mejillas porque al final de la caída nos espera un ejército de perfumadas sombras. Ningún poeta nos guía con la respuesta fulgurando entre los versos, pero siempre está la muerte esperando por nosotros con sus diez máscaras y la mano extendida para cruzar el río; lista para lanzarnos fuera del bote a medio camino. Los segundos son entonces caracoles dando la vuelta al mundo. Y al final de la novena puerta aguarda el soplo que espiga los cansados trazos; el aire necesario para clavar en mi lengua, una vez más, las d-olorosas espinas de tu nombre.
lunes, 8 de diciembre de 2008
lunes, 1 de diciembre de 2008
¿Cómo decirte que la noticia de tu muerte me ha rociado con cristales diminutos el trazo de la pluma? ¿Cómo intentar verte callada con el estómago lleno de esas púas que tan bien conozco? En tu recuerdo no caben los silencios infértiles. Caben las urgencias, el sol, los trigos, las vírgenes arrastrando su viento de casa en ruinas y tu mano buscando el resquicio por el que se desliza, resbalosa y salobre, la vida. Cabe tu paso de pájaro impaciente y tus quijadas fuertes masticando estrellas en medio de la tormenta. Cabe tu palabra irreverente gritando las mentiras que nos tatúan en la frente a las mujeres al nacer. Tú fuiste virgen, dulce y tierna, pero también probaste la hiel que destilan las amapolas cuando son arrancadas a destiempo. Conociste el olor fresco del amor y el vaho fétido que va dejando tras de sí la espera que lo sigue de puntillas. Te amaneció y te llegó la sombra a veces y tú continuabas sonriendo porque tenías hambre de ser. Siempre tendré la sensación de que no se te regalaron suficientes rosas porque, aunque digan lo que digan, todavía es mal visto que una mujer hable del amor y las urgencias que en el vientre se desgajan. Porque a veces gritar no es suficiente cuando no hay quien nos escuche porque no tenemos la voz atronadora del que exprime los luceros. Gracias por enseñarme a morder las propias y desahuciadas palabras; por desear, con todo tu magullado cuerpo de poeta, que se hicieran realidad mis temblorosas aspiraciones; por recordarme que “a veces de tan hambrientos inventamos el sueño, la esperanza…”
Maestra, GRACIAS.
Descanse en paz, Enriqueta Ochoa, 1º de diciembre de 2008.
Querida Marianne, un abrazo afectuoso para tu alma.