EL LADO OSCURO DEL ESPEJO O UNA HERMENÉUTICA DE LA INVITACIÓN
Por: Fernando Reyes
No
me gustan las presentaciones que se deshacen en elogios, sin haber leído el
libro (“El nuestro es un poeta sensible, inteligente y agudo…”). No me gustan
las presentaciones en que se habla del escritor, sin haber leído el libro (“Yo
vengo a hablar aquí de mi querido amigo…”) No me gustan las presentaciones donde
se habla de otros textos sin haber leído el libro en cuestión (“Este libro ha
mamado de las ubres de Shakespeare, Goethe, Baudelaire y la Biblias toda…”) No me gustan las presentaciones en que se
habla de todo (la ontología heideggeriana, la hipnosis de la Gestalt, la
hermenéutica aristotélica en el Medioevo, el minimalismo finlandés...) menos
del libro.
Por eso cuando Angélica Santa Olaya me
invitó a presentar su libro me puse a leerlo y cuando leo tomo notas. A buscar
metáforas y metonimias. “Las afiladas uñas del tiempo perforan los pulmones”. “El
corazón taclea las jugadas del cerebro”. Bien, muy bien. Busco una tercera pues
en verbigracias el trío siempre se agradece. La triada es la norma de la
elegancia. “Quiero romperle los huesos a los adjetivos”. No, un momento, por
favor. Esto es más bien una sinécdoque referente a lo concreto por lo
abstracto. Luego me clavé en antítesis y oxímoros: “Tempestad que sorprende mi
letargo”, “Si he de negar la llama de este tiempo / quiero el dolor que quema y
que trasciende”; entonces pienso en Sor Juana y veo en el mismo poema “No
gruñas” el verso de arte mayor y la eufónica rima. Y recuerdo que Angélica
conoce muy bien las reglas del soneto y de la décima y otras composiciones que
se pierden en el tiempo que nos quema y
nos trasciende. Momento, no quiero distraerme y hablar de elogios y de
otros libros.
Continúo mi sesuda lectura y atrapo un
claro ejemplo de sinestesia, recurso poético siempre tan efectivo como
filosófico: “La canícula derrite el silencio”. De repente se me aparece un
excelente verso que ilustra la prosopografía: “Tu sonrisa le hace cosquillas a
mi lengua” y mientras busco una más, sale a interrumpir mi serio compromiso
investigativo un retruécano metonímico que me calla de una vez por todas:
“Quiero partirle la madre a la gramática”. Me es imposible entonces hablar de
otro libro en la que la poeta me regaló sus versos encendidos y albureros: Calemburetruécanos. Antología del doble
sentido y las groserías en la poesía mexicana. No, no voy a escribir esto,
mejor me voy a otra lectura. Respiro, olvido terminologías y disfruto “El
lugar”. Comienzo el poema, en voz alta:
La punta de la lengua
sueña dibujar el tímido contorno de tus labios
el filo de los dientes
sacarte el alma a mordidas por la boca,
la cara oculta de los muslos
cobijarte mientras habitamos el lado oscuro del espejo.
sueña dibujar el tímido contorno de tus labios
sacarte el alma a mordidas por la boca,
la cara oculta de los muslos
“Todas las palabras están trastocadas” me
recuerda Carroll. Le daré un respiro a estos “testarudos lápices escribiendo lo
que no dicta el corazón”. No me importa si mi presentación deviene subjetiva,
elogiosa y personal. Y es que Angélica Santa Olaya es una de esas amigas que
sólo se encuentran entre “cielos marinos”, “intocadas sirenas” y sonrisas de
gato. Poco hemos hablado de intertextualidades y teorías poéticas; mucho en
cambio de las fibras que nos toca el poema más limpio y aparentemente sencillo.
Aquí
se acaba mi prisa, no asistiré a mi cita
con la liebre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario