“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

martes, 7 de junio de 2011


EL PALIACATE

Cuando María llegó a la ciudad llevaba las esperanzas arrebujadas en un paliacate.  Ese pedazo de trapo viejo que tantas veces le limpió el sudor después de pizcar frijol varias horas bajo el sol.  El mismo que enjugó sus lágrimas cuando le avisaron que Felipe había sido encontrado sin vida tirado allá, por la barranca chica.  Y también el que limpió los mocos de Rufino, Celia y Ceferino; los hijos que Felipe le dejó como recuerdo de su amor.
Por ellos había decidido salir de su pueblo y buscar fortuna más allá de las milpas y el camino grande.  Recordaba el trayecto a la ciudad con el  paliacate amarrado a su refajo y escondido por debajo de su enagua. En él llevaba los pocos centavos que Felipe había dejado antes de morir sin despedirse de ella. 
Pasó muchas penurias mientras se acomodaba en alguna casa ayudando a los quehaceres domésticos.  Vendió dulces y muñecas de trapo afuera de una estación del metro donde soportó los malos tratos de los demás vendedores que dilataron en aceptarla aún cuando pagaba su cuota semanal para el líder de los comerciantes y para la policía. Sufrió las corretizas de los polis sin previo aviso y nunca pudo entender  por qué a veces los perseguían de repente como si no hubiera trato.  En su pueblo sí que había palabra.
Hay muchas cosas a las que María se acostumbró.  Pero hay algo que todavía le cala el alma.  Un dolor justo en medio de su pecho donde guarda los quereres.  El dolor se presenta cada vez que Ceferino, ahora de diez años, le dice que hay junta en la escuela. María se siente orgullosa de él porque es muy vivo, saca buenas calificaciones.  Pero cada vez que Ceferino dice: “mamá, se va bonita a la junta”, el corazón se le hace chiquito.  Eso quiere decir que tiene que quitarse su enagua, sus huaraches y sus collares de colores para ponerse un vestido que compró en La Lagunilla y unos zapatos de tacón con los que se siente como una vaca brincando de puntillas los charcos después de un aguacero. 
Hoy tiene junta en la escuela. Cada prenda suya que María se quita y cada prenda ajena que se pone es como un pinchazo en el corazón.  Con el coraje y la tristeza anudándole la garganta, María guarda sus collares en el paliacate y lo amarra con coraje. Se disfraza, como ella dice, y camina tambaleante al encuentro de un destino cuyo fin no alcanza a divisar, ni aún detrás de los dieces de Ceferino.

Angélica Santa Olaya D. R. ©
Círculo de Narrativa 2,
Ed aBrace, Uruguay, 2005.

Fotografía: Miguelina
 Angélica Santa Olaya D. R. ©

8 comentarios:

Tirimasil dijo...

Gracias por compartirlo, Alicia; me encantó... Mi admiración y cariño...

Tirimasil

LABERINTO ALADO dijo...

Me alegra que te haya gustado... Gracias por tu visita... La admiración y el cariño van de vuelta... Un beso...

Alicia...

Tirimasil dijo...

Un beso...

Tirimasil

rafa dijo...

Gracias Angelica por compartir "Alcia la necia". Mis cariños

LABERINTO ALADO dijo...

Gracias a ti Rafa, por asomarte a la madriguera de Alicia... Luz y poesía siempre...

Angélica...

LABERINTO ALADO dijo...

Domingo Acosta Felipe: Me encantó... lo comparto...

Angélica Santa Olaya: Gracias querido... eres mi promotor principal... Gracias...

Consuelo Saenz: ‎"Cada prenda suya que María se quita y cada prenda ajena que se pone es como un pinchazo en el corazón." La verdad pura.

Angélica Santa Olaya: Esta basado en un caso real Consuelo. En una entrevista que vi en la television. Me disfrazo, decia la mujer...
Y su mirada era triste...triste...triste...

LABERINTO ALADO dijo...

Alejandra María González Ortega: ‎" Cada prenda suya que María se quita y cada prenda ajena que se pone es como un pinchazo en el corazón ", bellísimo, verdadero y emotivo, la vida tal cual, tal como nos lleva y nos mira, hermoso Ange...

Angélica Santa Olaya: Gracias Ale...

Alejandra María González Ortega: Cariños amiga, sigue vistiendo a la vida con estos matices que nos inundan el alma, como gotas de rocío...

LABERINTO ALADO dijo...

Eva Leticia Martínez García: Tu texto me revolucionó las ideas y me dejó pensando un montón de cosas; creo que de eso se trata, ¿verdad? Felicidades.

Angélica Santa Olaya: Gracias Eva... sí, de eso se trata... :)