DESNUDOS
Seamos honestos.
Tomemos pues el cincel
y labremos uno a uno
los mordiscos que hemos dado
sobre la piel de otros.
La obra, tal vez,
será laureada, tal vez no.
Tal vez los zopilotes
se hagan cargo del banquete
devorando la mierda que dicen que desprecian.
Tal vez otro se enamore
de la cuidadosa manera
en que tatuamos
el adolorido vientre del marfil.
Tal vez podamos
anudar las eclipsadas arterias
y arrojarlas al mar para los peces
antes de topar la piedra
donde se detiene en seco la sonrisa.
Entonces habrá que intentar
meter el cincel en otra membrana
y no preguntarse nunca más
cómo era la piel que laceramos
porque podríamos encontrar
el color de la propia ceniza.
Así que recordemos:
Pigmalión, inocente,
besó los tibios labios de Galatea
y ese fue su castigo.
Y Robinson Crusoe
muchacho inteligente
-según dicen-
llevó la cuenta de sus despertares
sólo para no olvidar que
sesenta monedas son sesenta monedas
y otros seis días de la semana
le quedaban aún por delante.
Angélica Santa Olaya D. R. ©
Abril, 2008.
Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©
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