ZAPATOS ROJOS EN ZARABANDA
Ayer fue la presentación del número 3 de la revista ZARABANDA de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Luego de que casi cuarenta generaciones de potenciales escritores salieran de ahí; por fin alguien decidió tomar al toro por los cuernos y editar una revista con el trabajo de la gente que ahí se está formando o se formó. Esas personas fueron Andrea Mejía Rojas, Claudia Islas Coronel, Elia Sánchez Crotte y Rodrigo Méndez Salinas (no soy feminista radical, pero ¿se fijan como hay tres chicas y un chico? No hago ninguna aseveración, sólo lo hago notar). Una muy agradable sorpresa, pues, que la Escuela de Escritores de SOGEM tenga ya una revista. En este número, dedicado a los zapatos rojos, encontramos un gato que se lame la nostalgia maullándole a las zapatillas rojas de su ama cuando está fuera de casa y que se nos aparece, a manera de fantasma, en un caligrama; un profesor de literatura enamorado de los rojos y tiernos zapatitos de una alumna católica y romana del colegio donde imparte sus clases; unos anárquicos Converse rojos que no han sido lavados en diez años, pero que son bastante confiables y colaboran a que un reportero logre una gran entrevista, aunque luego, al llegar a la oficina, tenga que mudar los tenis por zapatos; un hombre guapísimo enloquecido por los zapatos rojos de una mujer a la que conquista y que, cuando por fin la tiene bajo las sábanas, no puede tocar ni gozar nada excepto los zapatos rojos que no lo defraudan porque son unos muuuy efectivos zapatos rojos, la dueña se conformará con la gloria de haber tenido a aquel Adonis literalmente a sus pies... Alicia la Necia no podía faltar en este número así que se hace presente con el poema Vienes que ya fue publicado en este blog razón por la cual nos contará una de sus minificciones donde no pueden faltar, por supuesto, los zapatos rojos:
TRUEQUE
- Dorothy.
– Si me das tus zapatos rojos te doy mi reloj ahogado en una taza de té.
- ¿En una taza de té? ¿Quien querría ahogarse en una taza de té?
- Algún “alguien” inglés, supongo. ¡Vamos! Es más seguro este reloj que tu camino amarillo.
- ¿Y para qué quiero yo un reloj ahogado en una taza de té?
- Para que el tiempo no pase. Así podrás jugar con tus amigos todo lo que se te antoje.
- Está bien.
Alicia, ingenua, calzó los zapatos
rojos de la bruja del Este sin saber que en el país de las maravillas no había caminos amarillos y Dorothy, que se quedó sin amigos porque nadie la reconoció sin sus zapatos rojos, caminó descalza, por Kansas, durante toda la
eternidad.
Angélica Santa Olaya D. R. ©
México, D.F. marzo 2010.
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