NO SÉ NADA
I
Cuenta la leyenda que hay dos árboles
acunando al cielo entre sus ramas
ahí donde las caderas de la tierra
rozan el torso desnudo del centauro.
Yo sólo sé que Xibalbá está tan cerca
de mis raíces como el vaho del jaguar
que aprisiona la voz de los corderos,
y sé también que,
por más que estiro las ramas
no puedo tocar la piel del sol
y que los frutos del avellano
no se dan en este alargado
continente.
II
Las bugambilias del vecino
hoy no se pusieron el traje de gala
y el silencio es una garra de jaguar
que peina con sus uñas mis cabellos
Hay una rosa, seca y marchita
arrimada a los discos y los libros.
Quisiera tocar esos pétalos
donde letras y notas
arrojan su aliento de anís
Pero hoy tengo que meter la nariz
en el hocico de la bestia
aprender el olor de los que rugen
sin que nadie se atreva a contradecirlos.
Sociedad suciedad oraciones
besos abrazos culpas
Somos apenas un puñado de arena
que se mece al compás de la marea
en el ahuecado vientre de la tierra.
III
Las escamas de la serpiente
visten mi corteza
desahuciada de veranos
Debo sostener la vertical
e intentar florecer
aferrada a la quijada de la bestia
que se traga las respuestas.
Me pierdo cada día entre renglones,
vanidosas soluciones y teorías,
y a final de cuentas
la noche acaricia mis dudas
con sus dedos lunares
Digo que leí a Borges o a Marcuse
sólo para darme cuenta
de que las rosas siguen ahí
y a veces viene la bestia
y se las acaba a mordiscos
mientras yo leo a Borges o a Marcuse…
Angélica Santa Olaya D. R. ©
“De Leyenda”
Rojo Siena Editorial
México, 2013