Y A PROPÓSITO DE MIEDOS...
¿No han recibido un mensaje que solicita la adhesión contra el pago de tenencias vehiculares? Verdaderamente le dan a uno ganas de añadirse a la lista de inconformes con este impuesto injusto y abusivo [uno más entre todos los que nuestro buen gobierno tiene a bien aplicarnos para engrosar el cochinito de la jubilación (no la nuestra por supuesto; esa está cada vez más en peligro)]. El caso es que, yendo hacia atrás en el tiempo -hacia ese lugar llamado memoria histórica que con frecuencia se ha querido eliminar de nuestros mestizos cerebros- me encontré con un relato interesante:
¿No han recibido un mensaje que solicita la adhesión contra el pago de tenencias vehiculares? Verdaderamente le dan a uno ganas de añadirse a la lista de inconformes con este impuesto injusto y abusivo [uno más entre todos los que nuestro buen gobierno tiene a bien aplicarnos para engrosar el cochinito de la jubilación (no la nuestra por supuesto; esa está cada vez más en peligro)]. El caso es que, yendo hacia atrás en el tiempo -hacia ese lugar llamado memoria histórica que con frecuencia se ha querido eliminar de nuestros mestizos cerebros- me encontré con un relato interesante:
Érase que se era… que en el año 1650, aproximadamente, existía una práctica social llamada “repartimiento de mercancías”. Dicha práctica era aplicada por corregidores y alcaldes mayores a los pueblos indígenas. Consistía en la venta forzada de productos a precios inflados. Es decir, como decía mi abuelita: “o te lo comes o te lo meto por la cola”. Los pueblos indios lo aceptaban “como una más de las cargas tributarias que sufrían…”, dice Bernardo García Martínez en la Nueva Historia Mínima de México editada por el Colmex en 2007. Y bueno… uno se queda pensando: ¿Seguimos viviendo de algún modo bajo parámetros coloniales? No, pus… ¿Cómo va a ser, si ya casi somos un país del primer mundo? Aunque, viéndolo bien, de ser afirmativa la respuesta, estamos peor que los indios de la Nueva España porque a ellos se les obligaba a comprar un producto nuevo cada vez y nosotros debemos comprar el derecho a tener el mismo producto, que ya pagamos, una y otra vez. Algo así como obligarnos a comer un plato de frijoles viejos, que nosotros cultivamos y aún así pagamos; y además, cobrarnos por tener hambre. El Señor Miedo tiene, también, cara de impuesto, sobre todo cuando no se ganan cien mil maravedíes al mes ni se dispone de una bodega llena con almendras de cacao suficientes como para llenar la insaciable barriga del susodicho.
¡¿QUERIDO COCO ESTÁS AHÍ?! Cualquier semejanza con la vida actual es pura coincidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario