Decir 50 números suena fácil, pero no lo es. Quien ha tenido en sus manos la difícil tarea de editar una revista lo sabe. Cincuenta números, en este caso, representa el trabajo conjunto de muchas personas durante 14 años. El esfuerzo y la fe de un grupo de personas que decidió un día subir a este barco y remar junto a otros, para y por, la literatura en México; porque la gente que ha pisado esta nave, que ha trascendido las fronteras mexicanas, no es sólo yucateca. Se trata de un vehículo de puentes abiertos a la expresión literaria mexicana y, aún, extranjera. Yo me subí a este barco hace dos años y la experiencia ha sido no sólo grata, sino enriquecedora, por lo cual agradezco a los capitanes y tripulantes de NAVEGACIONES ZUR -en especial a los maestros Jorge Lara y Roger Metri, a quienes ayer tuve el gusto de conocer en persona, y a Adán Echeverría, amigo y hermano en la palabra quien, me consta, tiene el corazón puesto en esta nave-me hayan permitido navegar a lo largo de los últimos cinco números.
También fue muy agradable conocer a Carlos Martín Briceño y a Roberto Azcorra; escritores, todos ellos con quienes había compartido las páginas de NAVEGACIONES ZUR, pero de quienes no conocía sus rostros. Y, por supuesto, un honor compartir mesa, también, con el maestro Agustín Monsreal.
Es bueno estrechar la mano de la cual brotan las palabras que nos hermanan a la distancia con la certeza de que vamos, finalmente, trepados en la misma barca. Bienvenidos tripulantes yucatecos a las calles de mi defeña madriguera y a seguir remando para que esta nave continúe hecha a la mar.
Adán: No estuviste en persona, pero sí en espíritu. Sigue bogando porque, como dijo el sabio filósofo Anthony Queen, aferrado a una botella que no traía mensaje de auxilio, pero sí un litro completito de ron: Si las cosas que valen la pena se hicieran fácilmente, cualquiera las haría.
Por cierto mi querido Adán, nos debemos un tequilazo. Seguimos pendientes.
1 comentario:
La mar, la mar... gracias Angélica, por permitir a este barco surcar el Eje Central y la Alameda... caminar de nuevo, letra a letra por esas calles que se han robado tantas cosas de mi... casi la vida... ya nos tocará beber una botella o dos de algún buen tequilita... mientras tanto, un saludo inmenso...
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