No hay bicho que llene
la insaciable boca de la medusa
los ojos abiertos
tocan a la puerta de la memoria
con la punta del nervio más sudoroso
no hay bastones para esta cojera de sonrisas
no hay costura que soporte
el peso de los tristes olanes del amor
los brazos esperan
que la puerta se abra sin quejidos
y el fuego atice el doliente paso de las larvas
la niña de los ojos grandes
espera muy quieta la salida del sol
con un moño rojo en la cabeza
más grande que sus ganas de respirar
Angélica Santa Olaya D. R. ©
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