PEQUEÑECES
De niño me enterré un lápiz en la mano. A los dos meses aparecieron letras debajo de la piel. Las fui arrancando con la navaja de mi padre y las guardé bajo la cama. Fue hasta la secundaria cuando lograron extirparme la punta de carbón y se me escapó el habla. Busqué en mi escondrijo, sólo hallé los restos enmohecidos de las letras. Escribo para recuperarme de esta invalidez...
Adán Echeverría D. R. ©
Mérida, Yucatán, agosto 2007.
1 comentario:
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